52 hercios

Hola a todos, Paz y Bien

Hoy he tenido varias reuniones en distintos sitios y he tenido que coger tres taxis para llegar a tiempo a cada una de ellas.

Cómo me gusta cuando te montas en un taxi y la conversación sale natural, sin forzar, casi como si compartieras viaje con un amigo.

El primer taxista me ha hablado de tecnología y de cómo tenía vinculados varios móviles y relojes digitales a una misma tarjeta, y lo útil que le estaba siendo. Incluso me ha resuelto un par de dudas que tenía.

La segunda taxista me ha comentado que ahora, en octubre, cuando aquí ya es temporada más baja, se coge unas semanas para irse a su país. Me contaba, ilusionada, las ganas que tenía de ver a su madre.

El tercer taxista me ha recomendado una obra que están representando en un teatro que hay cerca de mi hotel.

Tres conversaciones de no más de 10 minutos cada una que, creo, hemos disfrutado mutuamente. Hemos llegado a conectar en la misma frecuencia.

Y de aquí viene el título de la reflexión de hoy: 52 hercios. No sé si conocéis la historia de “la ballena solitaria”. Os la cuento: hay una ballena, descubierta en 1989, que tiene este nombre —también la llaman Whalien 52—. Esto es debido a que los cantos que produce para poder comunicarse con otras ballenas los emite a 52 hercios, cuando el resto de las ballenas del mundo emiten y reciben sonidos entre 10 y 40 hercios. Lo que lleva a pensar a los biólogos que ninguna otra ballena la escucha y, por ende, no pueden comunicarse con ella. De ahí su nombre y su vida en soledad.

Y es que muchas veces vamos por la vida como la ballena solitaria —parece ser que es un macho, ya que son los que emiten sonidos para atraer a las hembras y aparearse—, emitiendo a 52 hercios y siendo incapaces de comunicarnos con los demás.

Si yo hoy hubiera entrado en el taxi y hubiese dicho un escueto: “Buenos días. A tal sitio”, y acto seguido hubiera sacado el móvil, inclinado la cabeza sin mirar al conductor, y me hubiese puesto a contestar mensajes o ver mis redes, habría estado emitiendo a 52 hercios y me habría perdido cómo activar mi tarjeta en otros dispositivos, la referencia a una buena obra de teatro y, lo más importante, la ilusión y alegría que me transmitió la segunda taxista por volver a ver a sus seres queridos.

No es mal ejercicio, cuando estemos con otras personas —ya sean desconocidas, como los taxistas, o con la familia—, fijarnos en qué hercios estamos emitiendo.

¿En qué hercios has emitido hoy?

Un fuerte abrazo… de los que unen frecuencias,

Fernando
Odres Nuevos


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