Cinco minutos

Hola a todos, Paz y Bien.

El otro día comentaba con una amiga la necesidad que tiene la sociedad actual de meditar, de parar el ritmo diario, de encontrarse con uno mismo en algún momento del día.

Hace años me invitaron a participar en un grupo cristiano de meditación. Las sesiones se desarrollaban en la capilla lateral de una iglesia del centro de Madrid. Se hacía una lectura de la Palabra del día, se guardaba un tiempo de silencio para la reflexión personal sobre lo leído (habitualmente era el evangelio del día) y, después, se compartía en pequeños grupos con la gente que tenías más cerca.

Hasta aquí, todo normal. Lo que me sorprendió fue que muchas de las personas que acudían a meditar no eran ni católicas ni cristianas. Muchos de ellos eran personas que trabajaban cerca de la iglesia y, simplemente, necesitaban un espacio en silencio donde dedicar un momento de su día para detenerse y reflexionar de una manera guiada.

Vivimos en una sociedad en la que cada vez nos cuesta más tener momentos para nosotros mismos. Nuestros entornos están llenos de ruido y estímulos que nos impiden prestar atención a eso tan importante que es nuestro mundo interior. Necesitamos —porque muchas veces no somos capaces— espacios en los que nos inviten a apagar los móviles y centrarnos en nosotros, en nuestro interior, en nuestra vida. ¡Ojo! Que ya es un grandísimo paso buscar esos espacios.

Es indudable que la tecnología es necesaria y supone un avance en muchos sentidos, pero también implica un retroceso en el contacto personal y, especialmente, en concedernos momentos de silencio. Gracias a las redes sociales tenemos contacto con muchísimas personas, pero cada vez son menos las relaciones interpersonales directas. ¿Os habéis dado cuenta de que, desde que tenemos WhatsApp, hablamos mucho menos por teléfono con nuestros conocidos? Casi todo son mensajes de texto o audios, que no son conversaciones como tal: son mensajes directos, sin opción a que nos interrumpan, sin que el interlocutor pueda interesarse por algún matiz de lo que estamos transmitiendo.

Como bien ejemplifica el gran Liniers en su viñeta, hoy en día no sabemos aburrirnos porque no tenemos tiempo para ello. Todo nuestro tiempo libre, aunque sean cinco minutos en un trayecto de autobús, lo llenamos con el móvil.

Hace poco me llegó un vídeo del Dr. Mario Alonso Puig sobre la importancia de la meditación, aunque sean cinco o diez minutos al día.

En el vídeo explica que la meditación es un estado de quietud que tiene dos dimensiones: el samatha y el vipassana. Lo primero que hay que hacer es aquietar la mente —samatha— y, una vez calmadas las aguas, cuando puedes ver el fondo, es cuando comienzas a ver soluciones a problemas que antes parecían irresolubles —vipassana. Empiezas a descubrir que hay cosas en ti que, sin que tú mismo lo sepas, están impidiendo que encuentres la salida. Al calmar la mente, el cuerpo se relaja y podemos encontrar soluciones. Vivimos con un nivel de tensión al que nos hemos acostumbrado, que resulta muy dañino para la salud. (Os dejo el enlace al vídeo, por si tenéis curiosidad en verlo: https://youtu.be/c3VdDqNeDu8?si=UfBvpRA1MOqjzXmn).

Y no habla de horas de meditación al día, no. Habla de cinco o diez minutos diarios. “Cinco o diez minutos”, que no son nada —muchas veces se nos van horas muertas mirando reels en internet—, para aquietar la mente y asomarnos un poco a nuestro interior.

Decía San Francisco de Asís: “Empieza por hacer lo necesario; luego, haz lo posible y, de pronto, estarás logrando lo imposible.”

Pues eso: empecemos por cinco minutos al día de relajación y encuentro con nosotros mismos… y quién sabe lo que acabaremos logrando.

Un fuerte abrazo… de los que calman las aguas,

Fernando
Odres Nuevos


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3 pensamientos en “Cinco minutos

  1. ESTIMADOS FER Y PERSONAS AMIGAS DE ODRES NUEVOS:

    ¡BUENAS TARDES Y FELIZ DÍA DE SAN FRANCISCO! ¡MUCHAS FELICIDADES A TI FER Y A TODA LA FAMILIA FRANCISCANA! Precisamente hace poco he compartido un mensaje con mi Grupo Belén del Centro Loyola de Santander, indicando que ayer había estado en Oviedo, teniendo un acompañamiento espiritual y que unido a los Ejercicios Espirituales de Agosto eran un gran regalo, un T.P.M (Tiempo Para Mí). Hoy más que nunca empleamos el saludo franciscano: «PAZ Y BIEN»

    IÑAKI

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