Ambientes

Hola a todos, Paz y Bien

¿Cuánto nos influye el ambiente? En casa. En el trabajo. En nuestro entorno diario.

Leí hace tiempo que el cuerpo humano tiene más de 11 millones de receptores sensoriales y que de ellos, cerca de 10 millones pertenecen a la vista. La mayoría de las personas dependemos más de la vista que de otros sentidos, por lo que, muchas veces, cualquier modificación en lo que vemos puede conducir a un cambio en lo que hacemos.

Por ejemplo, en los supermercados los artículos colocados al nivel de los ojos son los que más se compran y suelen ser los que dejan más margen a la tienda. Hawkins Stern, economista, dio nombre a la Teoría de las “Compras por impulso”, que no deja de ser una compra que se motiva por la visualización de un producto en un espacio concreto, donde el comprador siente la necesidad de tenerlo. La colocación, la ubicación, el envasado y los carteles informativos del producto —el ambiente— afectan a nuestra decisión de comprarlo.

Un espacio puede facilitar la concentración, la interacción, el recogimiento; o, por el contrario, generar ansiedad y tensión. Qué importante que nuestros ambientes generen aquello que queremos conseguir: un lugar que nos motive a mejorar, a disfrutar, a alcanzar nuestros objetivos.

Hay muchas historias reales de pequeñas modificaciones en los ambientes que han generado grandes cambios de comportamiento. Por ejemplo, colegios que están reemplazando, en las máquinas de vending, la bollería industrial por fruta fresca. También han reducido el número de bebidas azucaradas en favor del agua natural. Con este pequeño cambio, muy visual en las máquinas de venta, han conseguido un aumento significativo del consumo de fruta y agua en los alumnos. Está claro que el ambiente influye. Si quieres tocar la guitarra, no la puedes tener guardada dentro del armario: debes tenerla a la vista. Si quieres leer más, no puedes tener la biblioteca en el desván: deberías ponerla en el salón.

Dicen que Sócrates solía pasear entre los puestos del mercado para contemplar lo que allí se vendía. Cuando un amigo le preguntó por qué lo hacía, él le respondió: Me gusta venir y descubrir cuántas cosas no necesito para ser feliz.

Sócrates lo tenía claro: el ambiente influye. Paseaba entre los puestos del mercado no para comprar, sino para recordar que lo que nos rodea puede despertar deseos que no nos van a hacer más felices y que no siempre nacen de nosotros, sino de la presión del entorno.

¿Cómo están nuestros espacios? ¿Cómo es nuestro ambiente de trabajo? ¿Nos motiva a mejorar o nos genera tensión? ¿Tenemos nuestras motivaciones guardadas dentro de los armarios o bien a la vista? ¿Cuántas cosas nos atraen que en realidad no necesitamos?

Está claro que hay entornos que no están en nuestra mano cambiar: zonas de trabajo, espacios públicos, los centros comerciales. Pero hay otros muchos que sí. A veces, poner una pequeña planta en la mesa del despacho genera calma y bienestar. Colocar un mensaje motivador en la pantalla del ordenador aporta positividad y un impulso para alcanzar los objetivos.

Yo voy a hacer como Sócrates. Voy a darme una vuelta por la tienda más cercana para comprobar, aun con todos los estímulos comerciales de venta, cuántas cosas no necesito para ser feliz.

Un fuerte abrazo… de los que se ven venir,

Fernando

Odres Nuevos