Hola a todos, Paz y Bien.
Hoy me ha llegado un artículo de James Clear que habla de cómo el orden y el ambiente en el que trabajamos mejoran nuestro rendimiento. Cita varios ejemplos muy acertados: “Nos ponemos a redactar un documento en casa en el momento de los baños y la cena, con los niños corriendo y gritando por los pasillos”, o “Tratamos de concentrarnos en algo importante, mientras no paramos de mirar el móvil con sus mil distracciones”.
Habla de la importancia de ser conscientes de los puntos de tensión y distracción de nuestro entorno que consumen nuestro tiempo y energía y, en la medida de lo posible, eliminarlos —con los niños, claro está, esto no es posible—, o al menos buscar la manera de que no nos afecten directamente.
En la década de los 70, las fábricas automovilísticas japonesas se dieron cuenta de que, mejorando el orden y la ubicación de las herramientas de sus mecánicos —de forma que no tuvieran que perder tiempo en localizarlas, sin necesidad siquiera de girarse para alcanzarlas—, aumentaban la eficiencia de los procedimientos y la producción general. Este pequeño ajuste organizativo permitió, en su momento, que las fábricas japonesas superaran en fiabilidad y calidad a los vehículos estadounidenses.
Y no solo influye el orden: también simplificar los procedimientos. El gobierno británico quiso aumentar la recaudación de impuestos que muchos ciudadanos dejaban de pagar y acababan siendo reclamados por vía ejecutiva, con la consiguiente pérdida de tiempo y el malestar del que tenía que pagar el tributo con intereses. Para ello, en lugar de hacer lo de siempre —remitirles a la web de la agencia tributaria correspondiente, donde buscar el apartado, la sección y el impuesto en cuestión—, les facilitaron un vínculo directo al formulario de pago, eliminando así tres o cuatro pasos del proceso. Esta pequeña simplificación incrementó la recaudación en millones de libras.
Qué importante es crear ambientes donde realizar cualquier tarea —sea la que sea— resulte sencillo y agradable.
Quizá, como decía Antoine de Saint-Exupéry: «La perfección se logra, no cuando no hay nada más que añadir, sino cuando no queda nada más que quitar». La verdadera perfección no está en sumar elementos o pasos, sino en saber restar lo innecesario hasta que solo permanezca lo esencial.
Mientras redacto la reflexión de hoy, miro mi mesa de trabajo y creo que voy a tener que escribir a los de la fábrica japonesa para que me den algún consejillo de organización.
Un abrazo… siempre esenciales,
Fernando
Odres Nuevos
