Abrir las medias puertas

Hola a todos, Paz y Bien.

Por la fiesta de Todos los Santos hemos ido al pueblo. Me encantan esas puertas de las casas de los pueblos que están partidas por la mitad, en las que, habitualmente, solo se abre la parte superior. Media puerta que deja pasar la luz y la voz, pero mantiene el resguardo.

De joven pasé algunos veranos en un pueblecito de Ávila, donde nuestros vecinos tenían una puerta de ese tipo en la entrada de su casa.

Recuerdo que, durante los primeros días del verano, las conversaciones con nuestros vecinos —que ya eran mayores— las teníamos en el soportal: ellos dentro, con la puerta medio abierta, apoyados en la hoja inferior, y nosotros sentados en un banco de piedra que había en el pequeño porche de entrada. Así era durante varios días, hasta que la confianza iba ganando terreno y, poco a poco, esa mitad inferior se iba abriendo.

Esto mismo ocurre con nuestra forma de relacionarnos: muchas veces —ya sea por falta de tiempo, por desconfianza, por no comprometernos, por no hacernos vulnerables al otro— solo dejamos abierta la parte superior. Solo mostramos una parte de nosotros, casi siempre la más amable: la sonrisa, el gesto cordial, nuestro mejor selfie; dejando cerrada esa otra puerta que da paso a nuestro interior, a los momentos importantes —buenos o malos—, a nuestras verdaderas preocupaciones y alegrías.

Nuestras relaciones en redes sociales suelen ser también así, con solo media puerta abierta. Necesitamos momentos de calidad con los otros —menos selfies y más cafés compartidos—. Tiempo para que la confianza vaya ganando terreno y permita entreabrir esa otra mitad que da paso a nuestro castillo interior.

Sé que no es fácil. Yo tampoco abro siempre las dos hojas. Pero detenerme a pensarlo ya es un primer paso.

¡Abramos nuestras medias puertas! Saquemos tiempo para compartir vida y no únicamente fotografías. Hagámonos vulnerables al otro dándole paso a nuestro interior, con lo bueno y lo malo, con nuestras habitaciones en penumbra y nuestros patios soleados.

Un fuerte abrazo… de esos que solo se dan bien con las puertas del todo abiertas,

Fernando
Odres Nuevos