Hola a todos, Paz y Bien.
Mientras buscaba un archivo en el ordenador, me he encontrado con la fotografía que acompaña mi reflexión de hoy.
Nos cuesta una barbaridad —al menos a mí— comenzar nuevos proyectos. Recuerdo lo que me costó constituir Odres Nuevos. Me ponía a pensar en todos los pasos administrativos y se me quitaban las ganas de iniciar la aventura. Así iban pasando los meses, incluso algún año, con el proyecto en mente pero sin arrancar.
Y no era postergación ni pereza, era la dificultad de encontrar ese impulso inicial que hace falta para, aun sin tenerlo del todo claro y con las trabas que prevés que puedan existir —ya sean administrativas, burocráticas, de tiempo o de financiación—, lanzarte a un nuevo reto.
Muchas veces —yo el primero— buscamos demasiadas seguridades para empezar algo. Esperamos una iluminación que nos diga: “es el momento”, o vemos la meta tan lejos que nos desanima el largo camino a recorrer.
Después, una vez que comienzas, el tiempo va pasando, los problemas se van solventando y la burocracia finaliza (al menos temporalmente, hasta que tienes que renovar los certificados digitales o presentar un proyecto a una subvención, ¿verdad?). Miras atrás y, casi sin darte cuenta, han pasado más de 20 años.
Ya sabéis: un paso no te lleva a la meta, pero te saca de tu sitio. Y eso, muchas veces, es todo lo que hace falta para empezar.
Os dejo con un fragmento del cuento Momo, de Michael Ende, que creo ilustra muy bien cómo, una vez que te pones en marcha, paso a paso, los proyectos avanzan casi sin que te des cuenta:
Cuando Beppo barría las calles, lo hacía despacio, pero con constancia. Mientras iba barriendo, con la calle sucia ante sí y limpia detrás, se le iban ocurriendo multitud de pensamientos, que luego le explicaba a su amiga Momo:
—¿Ves, Momo? —le decía, por ejemplo—. Las cosas son así: a veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece terriblemente larga, y nunca crees que podrás acabarla.
Miró un rato en silencio a su alrededor; entonces siguió:
—Y entonces te empiezas a dar prisa. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estás sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.
Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando:
—Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Solo hay que pensar en el paso siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que el siguiente.
Volvió a callar y a reflexionar, antes de añadir:
—Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser.
Después de una nueva y larga interrupción, siguió:
—De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta de cómo ha sido, y no se está sin aliento.
Asintió en silencio y dijo, poniendo punto final:
—Eso es importante.
Michael Ende (Momo)
Un fuerte abrazo… de los que comienzan con un paso,
Fernando
Odres Nuevos
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