Capas

Hola a todos. Paz y Bien.

Hoy ha sido día de viaje. He tenido reunión en León y ya veis a qué horas os envío la reflexión.

Me gusta mucho viajar en coche. Además de que no me cansa conducir, disfruto de la libertad de poder parar donde quieras, o cambiar la ruta —si no vas con el tiempo justo— para visitar un pueblo, una iglesia o algún lugar de interés que te señala la carretera. Me encanta.

Aprovecho mucho los viajes para hacer llamadas —siempre con el manos libres, que conste—, ya que es un momento ideal para hablar tranquilamente, sin interrupciones. Pero, sobre todo, para escuchar podcasts de programas que, en el día a día, no puedo seguir.

De camino a Madrid, venía escuchando una entrevista que el gran Álex Fidalgo le hacía a Ramiro Calle —referente mundial en yoga y escritor—. En un momento de la charla, Ramiro hablaba de cómo nos estamos convirtiendo en sociedades rígidas. En personas rígidas.

Me gustó mucho la comparación que hacía con ponerse una armadura. En principio, las armaduras las utilizamos para protegernos y defendernos. Pensamos que son un lugar de seguridad y resguardo, pero… preguntaba Ramiro: “¿Te has metido alguna vez en una armadura?” (él sí lo había hecho). Una vez que te metes dentro, te das cuenta de la rigidez que te imprime: casi no puedes ni doblarte, apenas te permite moverte e incluso te deja poca capacidad para respirar.

Esto, reflexionaba, es lo que nos está pasando cada vez más a las personas. Nos vamos poniendo armaduras para protegernos de tantas cosas: del daño, del juicio, de la decepción, del fracaso, de lo desconocido, del dolor… que llega un punto en que tanta coraza, tanta capa, nos acaba inmovilizando. Nos encierra. Nos impide abrirnos a los demás. Nos cierra a nuevas experiencias. Bloquea, incluso, lo bueno que pudiera llegarnos.

Y concluía su reflexión con una comparación con el bambú: cuando llega un vendaval, el bambú se tumba casi hasta el suelo, y cuando pasa, se levanta con todo su esplendor. La rama de un árbol dura y rígida, en cambio, cuando es azotada por ese mismo vendaval, cae, se rompe… y ya nunca vuelve a su estado anterior.

Me viene a la mente la película Shrek. La escena en la que intenta explicarle a Asno que los ogros son como las cebollas: tienen capas. Quizá nosotros también nos estamos poniendo demasiadas capas de armadura, que habrá que ir pelando, poco a poco, para ser más flexibles, más tolerantes a los vendavales de la vida, más accesibles para compartirnos con los demás y, sobre todo, para llegar a nuestra verdadera esencia.

Como dice Leonard Cohen en su canción Anthem: «Hay una grieta en todo, así es como entra la luz.«

Busquemos la grieta en nuestras armaduras y, desde ahí, empecemos a quitar capas.

Un abrazo… flexible como el bambú,

Fernando
Odres Nuevos


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3 pensamientos en “Capas

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