Hola a todos, Paz y Bien.
El otro día, al final del comentario de “Unicornios”, os hablaba de esas personas que saben equilibrar el corazón y la razón. Personas que, cuando estás con ellas, te centran la vida. Yo las llamaba Personas Unicornio, enlazando con el título de aquella reflexión.
Hay autores que también se han referido a ellas. Hablan de personas que te mejoran, te motivan, te hacen crecer y ser mejor. Por ejemplo, Marian Rojas-Estapé se refiere a las Personas Vitamina: motivadoras, enérgicas y con buen humor; capaces de generar un ambiente positivo e inspirarte a superarte.
El gran Albert Espinosa, por su parte, habla de los amarillos, esas personas especiales —él las sitúa entre el amor y la amistad— capaces de cambiar tu vida para bien con solo estar presentes, sin necesidad de un contacto constante. Incluso afirma que, a lo largo de la vida, cada uno de nosotros encuentra 23 de esas personas especiales. Veintitrés “amarillos”.
Pues bien, la semana pasada, aprovechando unas reuniones que tenía en Cádiz, tuve la suerte de reencontrarme con uno de ellos: José María. Una de esas personas íntegras, que son faro para muchos de los que navegamos por la vida. Un amigo de siempre —le conozco desde pequeño y, sorprendentemente, recuerdo perfectamente el día que nos vimos por primera vez—. Una persona Unicornio, Vitamina y Amarillo.
De esos amigos con los que, aunque pasen meses sin vernos, al reencontrarnos la relación se retoma con la misma intensidad que si nos hubiéramos despedido la tarde anterior. Ya lo apuntaba Borges: «La amistad no necesita frecuencia. El amor, sí».
En un tiempo en el que, por culpa del uso (y abuso) en redes sociales, la palabra “amigo” ha perdido parte de su sentido original, poder compartir un rato con alguien que encarna el término en toda su profundidad es una auténtica gozada.
Os dejo con el poema de José Martí, Cultivo una rosa blanca, al que este “amigo sincero” puso música hace muchos años y que hemos cantado, junto a otros amigos, en numerosos encuentros:
Cultivo una rosa blanca,
en junio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo:
cultivo una rosa blanca.
Un fuerte abrazo… de los que se dan en los reencuentros,
Fernando
Odres Nuevos
[A los que recibís el comentario por whatsapp os envío también un audio de la poesía]












