Día Mundial del Alzheimer 2025

Hola a Todos, Paz y Bien

Hoy, 21 de septiembre, se conmemora el Día Mundial del Alzheimer, evento instituido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y auspiciado por Alzheimer’s Disease Internacional (ADI) en 1994.

Desde Odres Nuevos nos unimos a la campaña de CEAFA, Confederación Española de Alzheimer y otras Demencias, “Igualando derechos”, con la que se quiere poner el foco en una realidad preocupante: a medida que avanza la enfermedad, los derechos de las personas que la padecen tienden a verse restringidos y limitados, algo que no puede ni debe tolerarse. CEAFA subraya en esta campaña que las personas con Alzheimer reclaman ser tratadas con la misma consideración que otros colectivos, exigiendo reconocimiento y respeto en el sentido más amplio del término, porque la dignidad de cada persona sigue intacta y con ella, sus derechos.

Desde Odres Nuevos queremos sumarnos “recordando” lo más importante en esta enfermedad… que el corazón no olvida.

Un abrazo lleno de cariño, lleno de recuerdos, lleno de Corazón,

Fernando
Odres Nuevos


#DiaMundialAlzheimer #ElCorazonNoOlvida #IgualandoDerechos

Lo importante

Hola a todos, Paz y Bien.

Cómo nos va cambiando la percepción de aquello que consideramos importante en la vida según vamos teniendo más años y más experiencia.

Hoy he visitado una de las Residencias de Lares Madrid. Les llevaba una donación de alimentos que otra residencia, también de nuestra Asociación, les había ofrecido por un exceso de stock. —Mucho se podría hablar de la solidaridad compartida entre instituciones. Esto me da para otra reflexión—.

Cuando he llegado a la residencia, estaban haciendo una dinámica de cara a una actividad que tendremos en Navidades en la que se les pregunta a los Residentes qué les gustaría que les regalasen. No es un mero regalo al uso: tienen que escribir una carta en la que, libremente, expresen un deseo conectado con su historia personal, algo que les haría ilusión recibir.

La terapeuta de la Residencia que estaba coordinando la dinámica me ha leído tres o cuatro cartas, donde cada una de ellas me emocionaba más que la anterior y me hacía pensar en cuántas cosas creemos importantes que, con los años, vemos que no lo son tanto.

Os voy a transcribir dos de las cartas que han redactado, junto con la imagen de una de ellas (con su autorización expresa).

1.ª Carta

“Me llamo Carmen, tengo 94 años. Mi sueño sería que, al no haber tenido madre —porque murió al nacer yo—, haber tenido unos pendientes de plata regalo de ella. Así que agradezco mucho que mi sueño se hiciera realidad”.

2.ª Carta

“Mi nombre es Paz, tengo 82 años. Cuando era pequeña, mis padres eran muy pobres y en Reyes siempre me pedía una muñeca. Un año me regalaron un muñeco de cartón. Yo quise bañarlo y lo metí en la palangana. ¡Me quedé sin muñeco! Mi sueño sería tener una muñeca. Gracias por atender mi deseo. Atentamente, Paz”.

Al leer estas cartas, resulta imposible no conmoverse —estaba entre la alegría y las lágrimas—: son relatos sencillos, pero cargados de vida y de verdad. Como dice Víctor Küppers, «lo más importante en la vida es que lo más importante sea lo más importante». Los pendientes y la muñeca no dejan de ser símbolos cargados de memoria, deseo y afecto; lo verdaderamente valioso es lo que evocan: una madre ausente que dejó un vacío desde el nacimiento y unos padres que, aun en la escasez, buscaron la manera de cumplir el anhelo de su hija de tener un muñeco, aunque fuese de cartón.

Unos objetos simbólicos que van a unir el pasado con el presente, la infancia con la madurez, el recuerdo con la esperanza. Más que cumplir un deseo material, va a permitir reconciliarse con la propia historia y dar continuidad al hilo de vida que nunca se interrumpe.

Ya os contaré cuando realicemos la dinámica, porque detrás está la solidaridad de dos grandes instituciones. En enero 2026 la segunda parte.

Un abrazo… de los que unen la historia y son realmente importantes,

Fernando
Odres Nuevos

Prójimo

Hola a todos, Paz y Bien:

Esta mañana me ha llegado una invitación a unas jornadas cuyo lema y desarrollo giran en torno a la parábola del Buen Samaritano.


Cuando el maestro de la Ley se levanta y pregunta a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”, y de esa simple pregunta brota una de las parábolas más bellas y con mayor significado para quienes nos dedicamos a cuidar de los más vulnerables.

Me acordé de un libro que tengo del cardenal jesuita Carlo María Martini, donde tiene una reflexión sobre lo que, para él, significa ser prójimo.

Os la dejo como cierre del día:

El prójimo

El prójimo no es algo que ya existe. Prójimo es algo que uno se hace.

Prójimo no es el que ya tiene conmigo relaciones de sangre, de raza, de negocios, de afinidad…

Prójimo me hago yo cuando, ante un ser humano —incluso ante el extranjero o el enemigo—, decido dar un paso que me acerque, que me aproxime a él. (Carlo María Martini, SJ)

Muchas veces pensamos en pasos muy grandes, enemigos y problemas que nos quedan lejos. Sin embargo, casi siempre, los pasos más importantes son los pequeños: acercarnos a nuestro compañero de trabajo, a alguien de nuestra familia…

¿Cómo andamos de hacernos prójimos? ¿Cuántos pasos de acercamiento hemos dado últimamente?

Un fuerte abrazo… de esos que, sí o sí, nos acercan.

Fernando
Odres Nuevos

Telómeros

Hola a todos, Paz y Bien:

¿Sabéis qué son los telómeros? ¿Sabíais que son un indicador del proceso de envejecimiento? Muchos de vosotros seguro que ya conocíais el término. A mí me sonaba, pero no recordaba bien qué eran. Esta mañana, en una reunión, ha salido en varias ocasiones esta palabra y, aunque someramente se ha explicado qué son y para qué sirven, me ha picado la curiosidad y he buscado un poco más.

Según el National Human Genome Research Institute (Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano), un telómero es: Una región de secuencias repetitivas de ADN en el extremo de un cromosoma. Los telómeros protegen los extremos de los cromosomas para evitar que se desgasten o enreden. Cada vez que una célula se divide, los telómeros se tornan ligeramente más cortos. Finalmente, se acortan tanto que la célula ya no puede dividirse correctamente, y la célula muere.

De ahí que sean indicadores del envejecimiento. Esta situación provoca que se acumulen células envejecidas y disfuncionales en los tejidos, se degrade el ADN y aumente el riesgo de enfermedades asociadas a la edad.

He seguido buscando y he encontrado una cita de Elizabeth Blackburn, Premio Nobel de Medicina 2009, que habla de ellos y me ha encantado:

“Cuando sentimos que importamos a los demás, nuestros telómeros, que son marcadores biológicos de la longevidad, se alargan. En otras palabras, el vínculo genuino con los demás no solo nos sana, sino que también nos ayuda a vivir más y mejor.”

Es fundamental sentir que importamos a los demás —si nos falta esto, aparece la soledad no deseada, la tristeza, la apatía, las enfermedades físicas y mentales—, y yo creo que, a la par, es esencial que la gente que tenemos cerca sepa, por nosotros, que nos importan, que son necesarios en nuestra vida.

Hay que esforzarse por crear nuevos vínculos afectivos y, sobre todo, mantener los que tenemos, porque, si los telómeros son indicadores de envejecimiento, está estudiado que las relaciones interpersonales influyen directamente en la longevidad de las personas; es decir, son un indicador de vida feliz y saludable.

Por suerte, a pesar de las redes sociales y los móviles, vivimos en un país donde se hace mucha vida en la calle, en las plazas, en los bares y en las terrazas acompañados de un café o una cerveza (en mi caso, Estrella Galicia). ¡No lo perdamos! Y si, además del café o la cerveza en compañía, somos capaces de transmitir a la otra persona el valor que nos supone tenerla en nuestra vida, entonces, como se suele decir: “lo hemos bordao”.

Tratar a la gente con cariño, con afecto, haciéndoles saber que son importantes en nuestras vidas, es un quid pro quo que nos beneficia a ambos. Deberíamos practicarlo más.

Dice el Dalái Lama: «Todas nuestras vidas empezaron con el afecto humano como primer soporte. Los niños que crecen envueltos en afecto sonríen más y son más amables y equilibrados.»

Pues eso… que me importáis.

Un fuerte abrazo… de los que alargan los telómeros,

Fernando
Odres Nuevos

Tiempo de abrazar y de acompañar

Hola a todos, Paz y Bien.

Me acaban de comunicar que ha fallecido el padre de una buena amiga. Aunque hace ya mucho tiempo que no coincidíamos, guardo un muy buen recuerdo de él. Una persona familiar, cercana y muy agradable. Vaya hoy mi oración y mi recuerdo con él y su familia.


Me viene a la mente el versículo de Eclesiastés 3:1-8, que habla de que todo tiene su tiempo y su momento: Tiempo de nacer y tiempo de morir… Tiempo de plantar y tiempo de cosechar… Tiempo de llorar y tiempo de reír… Tiempo de callar y tiempo de hablar.

El tiempo. Algo que no podemos ver ni tocar, pero que marca el ritmo de nuestra vida. Cada uno sabe en qué tiempo está y, sobre todo, cómo quiere gastarlo.

Recuerdo un pasaje de El Principito, en el que se encuentra con un vendedor de píldoras para calmar la sed:

—Buenos días —dijo el principito.
—Buenos días —dijo el vendedor.

Era un vendedor de píldoras perfeccionadas que calmaban la sed. Se tomaba una por semana y ya no se sentía la necesidad de beber.

—¿Por qué vendes eso? —preguntó el principito.
Es una gran economía de tiempo —respondió el vendedor—. Los expertos han hecho cálculos: se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
—¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?
—Se hace lo que se quiere…

Yo —se dijo el principito—, si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría lentamente hacia una fuente…

Hoy es un buen día para gastar nuestro tiempo en recordar y dar gracias por la vida de nuestros seres queridos.

Un fuerte abrazo, en especial para Pilar y su familia… de los que acompañan,

Fernando
Odres Nuevos

Pepitas de oro

Hola a todos, Paz y Bien

Esta mañana iba en el coche, de camino a una reunión, escuchando un podcast de una entrevista a Arturo Pérez-Reverte. Hablaban de varios temas, pero en un momento se centraron en la muerte, concretamente en todo lo que se pierde cuando una persona fallece.

Cada vez se habla menos de la muerte. Es un tema tabú que intentamos mantener alejado de nuestro entorno. Y luego, cuando llega —que siempre llega—, no estamos preparados. Estamos en una época donde el culto a la juventud y a la salud es lo que prima, y hablar de vejez, de achaques o de muerte no tiene mucha aceptación; es más, tendemos a esconder la vejez y la muerte, en residencias, hospitales o tanatorios bien alejados del centro de vida de las ciudades.

Por esto mismo, me ha encantado el modo y la naturalidad con que Pérez-Reverte habla de la muerte: de todo lo que se pierde cuando alguien muere y de cómo deberíamos aprovechar a los seres queridos, en especial a las personas mayores, que aún tenemos con nosotros.

Os dejo una breve transcripción de ese momento de la entrevista:

“Cuando uno muere, no solo muere él, muere el mundo que conoció, muere lo que vio, muere lo que le contaron. Cuando un abuelo se muere, se va con él una mirada, una memoria. Cuando mi madre murió, se llevó imágenes de mí que nadie ha tenido más que ella: yo en la cuna, yo en el biberón, yo jugando con mis hermanos, mis hermanos, el jardín, la casa, mi padre, que también murió hace tiempo, su abuela, su madre. Todo eso desapareció con ella. Ahora lamento no haberle preguntado todavía mucho más de lo que le pregunté, y le pregunté mucho. Hay que recordar que cada abuelo, cada padre, cada madre que muere, se lleva con él un mundo. Y ahora están aquí, los tenéis ahí. Aprovechad, preguntad. No pasa nada. Preguntadles un rato. Siempre habrá, siempre hay pepitas de oro.”— A. Pérez-Reverte

De verdad que me ha encantado. A los que os suelo mandar la reflexión diaria por WhatsApp, os voy a enviar el vídeo con este fragmento de la entrevista. (Por cierto, si te interesa recibir los textos por WhatsApp, mándame un mensaje privado y te añado a la lista).

Me ha recordado a un poema de la escritora mexicana Ana María Rabatté y Cervi, que se titula: “En vida, hermano, en vida”:

Si quieres hacer feliz a alguien que quieras mucho… díselo hoy, sé muy bueno
en vida, hermano, en vida…

Si deseas decir “te quiero” a la gente de tu casa, al amigo cerca o lejos,
en vida, hermano, en vida…

No esperes a que se muera la gente para quererla y hacerle sentir tu afecto
en vida, hermano, en vida…

Un fuerte abrazo… de los que se dan y se aprovechan “en vida”,

Fernando
Odres Nuevos

Evangelio Domingo 14 de Septiembre de 2025 – la Exaltación de la Santa Cruz

Jn 3,13-17. Tiene que ser elevado el Hijo del hombre.

Buen Camino

Hola a todos, Paz y Bien

Hoy regreso a Madrid después de dos días de productivas reuniones.

Reservé con tiempo el primer tren de la mañana para llegar antes a casa y aprovechar más el día, pero, como viene siendo habitual en la Red Nacional de Ferrocarriles Españoles (Renfe), al llegar a la estación nos indican:

«¿No han recibido la notificación?» —claramente no la habíamos recibido—.
«Debido a una incidencia operativa, el primer trayecto hasta Madrid se realizará en bus.»

Hace poco me enviaron una viñeta en la que se podía ver al ministro de turno en una estación diciendo: «El gobierno está realizando cambios para mejorar el servicio ferroviario». Mientras, en la parte trasera, un operario cambiaba las siglas de Renfe por “Ten Fe”. Y es así. Últimamente, coger un tren en España se está convirtiendo en un acto de fe: ¿llegará puntual? ¿Se parará en el camino? ¿Habrá alguna incidencia? ¿Lo cancelarán?

No me tocó otra más que resignarme, coger la maleta mientras iba pensando lo fiable que era antes viajar en tren y salir fuera de la estación, donde nos esperaban tres autobuses para iniciar el primero de los trayectos por carretera.

Delante de mí, un grupo de personas mayores francesas, con cara de desorientación, caminaba siguiendo a la multitud sin comprender qué pasaba.

Dicen que la información debe ser veraz, relevante, actual, clara, comprensible, accesible y confiable. Qué importante que esto sea así, en especial cuando hay incidencias o cambios repentinos que nos pillan fuera de juego. Y ya no os digo, como el grupo francés, si el fuera de juego te coge lejos de tu país o con algún tipo de problema de comprensión.

Y ante esta situación, en que la comunicación institucional no fue todo lo precisa y clara que debería haber sido, quienes logramos enterarnos un poco más de lo que estaba pasando tuvimos que actuar como lo hace un buen peregrino en el Camino de Santiago: ofreciendo consejo, apoyo, ayuda y hospitalidad a los compañeros de viaje. (Quién sabe cuándo seremos nosotros los que no comprendamos lo que está pasando, y busquemos con la mirada a alguien que nos tienda una mano).

«Cuando el Sol se escondía detrás de las montañas, preguntó:
—¿Hay alguien que quiera sustituirme?
—Se hará lo que se pueda —respondió la lámpara de aceite.»—R. Tagore

Un abrazo… de los que dan seguridad en el camino.

Fernando
Odres Nuevos

52 hercios

Hola a todos, Paz y Bien

Hoy he tenido varias reuniones en distintos sitios y he tenido que coger tres taxis para llegar a tiempo a cada una de ellas.

Cómo me gusta cuando te montas en un taxi y la conversación sale natural, sin forzar, casi como si compartieras viaje con un amigo.

El primer taxista me ha hablado de tecnología y de cómo tenía vinculados varios móviles y relojes digitales a una misma tarjeta, y lo útil que le estaba siendo. Incluso me ha resuelto un par de dudas que tenía.

La segunda taxista me ha comentado que ahora, en octubre, cuando aquí ya es temporada más baja, se coge unas semanas para irse a su país. Me contaba, ilusionada, las ganas que tenía de ver a su madre.

El tercer taxista me ha recomendado una obra que están representando en un teatro que hay cerca de mi hotel.

Tres conversaciones de no más de 10 minutos cada una que, creo, hemos disfrutado mutuamente. Hemos llegado a conectar en la misma frecuencia.

Y de aquí viene el título de la reflexión de hoy: 52 hercios. No sé si conocéis la historia de “la ballena solitaria”. Os la cuento: hay una ballena, descubierta en 1989, que tiene este nombre —también la llaman Whalien 52—. Esto es debido a que los cantos que produce para poder comunicarse con otras ballenas los emite a 52 hercios, cuando el resto de las ballenas del mundo emiten y reciben sonidos entre 10 y 40 hercios. Lo que lleva a pensar a los biólogos que ninguna otra ballena la escucha y, por ende, no pueden comunicarse con ella. De ahí su nombre y su vida en soledad.

Y es que muchas veces vamos por la vida como la ballena solitaria —parece ser que es un macho, ya que son los que emiten sonidos para atraer a las hembras y aparearse—, emitiendo a 52 hercios y siendo incapaces de comunicarnos con los demás.

Si yo hoy hubiera entrado en el taxi y hubiese dicho un escueto: “Buenos días. A tal sitio”, y acto seguido hubiera sacado el móvil, inclinado la cabeza sin mirar al conductor, y me hubiese puesto a contestar mensajes o ver mis redes, habría estado emitiendo a 52 hercios y me habría perdido cómo activar mi tarjeta en otros dispositivos, la referencia a una buena obra de teatro y, lo más importante, la ilusión y alegría que me transmitió la segunda taxista por volver a ver a sus seres queridos.

No es mal ejercicio, cuando estemos con otras personas —ya sean desconocidas, como los taxistas, o con la familia—, fijarnos en qué hercios estamos emitiendo.

¿En qué hercios has emitido hoy?

Un fuerte abrazo… de los que unen frecuencias,

Fernando
Odres Nuevos

Constelaciones

Hola a todos, Paz y Bien

Hoy os escribo desde el AVE. Tengo mañana reunión fuera de Madrid y, como quería aprovechar el día, he decidido ir en tren. Así puedo aprovechar la mañana para trabajar y el viaje para terminar temas pendientes y escribir la reflexión del día, cosa que en coche sería imposible.

Cuando viajo en tren, siempre intento coger el vagón del silencio. En esta ocasión, cuando he reservado los billetes, ya no había plaza.

No es que quiera que los vagones sean como una biblioteca en periodo de exámenes, donde no se pueda ni toser, pero tampoco quiero enterarme de las conversaciones que la gente tiene por teléfono con su madre, su pareja o sus compañeros de trabajo. Y, sinceramente, tampoco me interesan los vídeos de las personas que siguen en TikTok, Instagram o Facebook.

No sé en qué momento hemos normalizado el hablar por teléfono, en un entorno donde tienes gente muy cerca —en el tren, autobús, metro o en un restaurante—, con el altavoz puesto. O escuchar música, o vídeos de redes sociales, a un volumen demasiado alto. ¡Con el buen invento, discreto y cómodo, que son los cascos!

Hay veces que pienso qué pasaría si, en una de estas situaciones, sacara un libro y me pusiera a leer en voz alta. Mejor: a recitar, en un estilo declamatorio, el libro de viaje que lleve en ese momento. Puestos a compartir en común…

No sé si es que estamos viviendo una época de un individualismo tal que pensamos que los espacios comunes también nos pertenecen, y podemos hacer en ellos lo que nos venga en gana. En otra época, el resto de los pasajeros habrían llamado la atención a esos molestos compañeros de viaje. En esta época creamos vagones de silencio, donde las raras avis intentamos disfrutar del viaje con una lectura o concentrados en alguna tarea, sin tener de fondo la última canción tendencia, o sin enterarnos de todo el culebrón que ha llevado a fulanita a dejar a menganito.

Lo del vagón del silencio me recuerda a una historia que suele contar Albert Espinosa en sus conferencias, de lo que él llama “la constelación de lectores”.

Os la comparto, resignado a seguir escuchando, perfectamente, el vídeo tendencia en redes, que lleva un pasajero cuatro o cinco asientos más adelante:

“Iba en el avión a París junto a un hombre de 94 años y, cuando estábamos a punto de aterrizar, me dijo: ‘Ahora verás pequeñas estrellas en forma de lectores’. Y así fue. Cuando íbamos a tomar tierra, el comandante dijo aquello de: ‘Ahora apagaremos las luces para atenuar el aterrizaje’. Se apagaron las luces y, de repente, se encendieron seis o siete pequeñas luces encima de los asientos. Eran las siete únicas personas, entre las más de 200 que íbamos en el vuelo, que leían. Y aquellas pequeñas luces, en la oscuridad de la cabina, formaban una constelación de lectores insaciables, que no pensaban dejar de leer hasta llegar a una página segura.” (Albert Espinosa)

Un fuerte abrazo… de los que crean constelaciones,

Fernando
Odres Nuevos