“Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. Jn (1,1-18)”
Natividad. Que nace. Que es nuevo. Eso es lo que vamos a celebrar. Que hace más de 2000 años nació Jesús y con él nacía todo de nuevo. No solo nacía un Dios hecho hombre, sino que, en ese momento, nacía la esperanza de una nueva humanidad. Y año tras año festejamos ese nacimiento. Celebramos que Dios se hizo hombre y esperanza de los hombres.
Hablar de esperanza en los tiempos que corren es complicado y, quizá, difícil de entender para los que en estos momentos lo están pasando mal por motivo de la guerra o la crisis económica. Y si hablar de esperanza es complicado, celebrar la esperanza lo es mucho más.
Quizá este año lo que nos toca es infundir esperanza. Ser como Juan y dar testimonio de esa luz que, desde un pequeño establo de Belén, junto a unos padres que también estaban pasando malos momentos, iluminó al mundo entero.
Tenemos que ser reflejo de Jesús. Tenemos que iluminar a los que, no solo en estos días, sino durante todo el año, han perdido las esperanzas y las ganas de celebrar.
Tenemos que ser esa nueva humanidad que no deja a nadie atrás. En las guerras, en las crisis o en las pandemias. Que se esfuerza, con palabras y con obras, en que nadie pierda la esperanza de una vida digna de celebrar.
Ojalá que tu reflejo llegue a muchos.
Un fuerte abrazo y Feliz Navidad,
Fernando
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