Carlos de Foucauld, mientras se encontraba en la Trapa de Akbés (Siria) (1890-1896) para su oración personal, realiza una serie de meditaciones de los Evangelios que hacen referencia a la conversación del alma con Dios.
Al comentar Lc 23, 46 “Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu”, Foucauld escribe: Esta es la última oración de nuestro Maestro, de nuestro Bienamado… Pueda ella ser la nuestra… Y que ella sea, no solamente la de nuestro último instante, sino la de todos nuestros momentos:
”Padre mío, me entrego en vuestras manos; Padre mío, me abandono a Vos; Padre, Padre mío, haz de mi lo que os plazca; sea lo que hagáis de mí, os lo agradezco; gracias de todo, estoy dispuesto a todo; lo acepto todo; os agradezco todo; con tal que vuestra Voluntad se haga en mí, Dios mío; con tal que vuestra Voluntad se haga en todas vuestras criaturas, en todos vuestros hijos, en todos aquellos que vuestro Corazón ama, no deseo nada más Dios mío; en vuestras manos entrego mi alma; os la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque os amo y porque esto es para mí una necesidad de amor: darme, entregarme en vuestras manos sin medida; me entrego en vuestras manos con infinita confianza, pues Vos sois mi Padre…”
(C. FOUCAULD, Escritos espirituales, Ediciones Studium, Madrid 1958, 32).
Un fuerte abrazo… de los que se entregan con infinita confianza,
Fer
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